La batallita del maniquí vestido de sirvienta me ha hecho recordar este pasaje (que escaneo, copio y pego) del libro "Los Burgos Perdidos" del recientemente fallecido Virgilio Mazuela.
... EL MOCITO DE MUNGUIA, aunque se trata de un ser inanimado, bien se merece un puesto en esta Galería de famosos y animosas instituciones burgalesas. Es todavía y por muchos años un muñeco de cartón piedra, un maniquí un tanto afeminado que se exhibía en el escaparate de la Tienda de Munguía, un afamado establecimiento de ropas hechas y confecciones para chicos y grandes, conocido en toda la provincia que formaba el grueso de su clientela, vistiendo de capitalinos a campesinos afanosos de emular a los más avanzados dictados de la moda. Al "mocito", que aguantó años en el escaparate en la esquina de la Plaza Mayor con la Calle Laín Calvo, cabe la Divina Pastora, y que hoy adorna una entrada de piso de vecindad para regocijo de amigos y visitantes de dicha mansión, le vestían para presentar los más dispares atuendos adaptados a los gustos del lugar y a las estaciones del año, que en Burgos, como ya es conocido, eran dos: la del ferrocarril y la del invierno, con lo cual, el mocito se pasaba grandes temporadas de abrigo. Pero muy maleable y práctico, cambiaba de chaqueta, supeditándose a los cambios socio-políticos, que a la sazón, eran grandes y extremosos. Así, se le podía ver vestido de falangista, o de obrero con mono de peto, de seminarista o de chulo de cabaré, de primera comunión o de recluta de infantería. Sin embargo, su traje más distinguido y característico era con pantalón, chaqueta, corbata, ¡vamos, de señorito!, de lo que entonces se conocía como "pollo pera". Tan popular y famoso se hizo por la elegancia de su porte y maneras, que cuando de chaval ibas mudado y te ponías el traje de los domingos, la gente al verte pasar para echarte un "alabo" exclamaba: "Chico, vas más guapo que el mocito de Munguía", exagerando la modesta elegancia de uno. Es seguro que si hoy existiera el tan mentado muñeco, tan avispado en mudarse de traje y en cambiar de chaqueta, la gente le hubiera "tañado" y comentaría que el chico tenía una cara de cartón piedra, aunque era un joven que prometía por su talante abierto, liberal y acomodaticio a cualquier situación política ...
... EL MOCITO DE MUNGUIA, aunque se trata de un ser inanimado, bien se merece un puesto en esta Galería de famosos y animosas instituciones burgalesas. Es todavía y por muchos años un muñeco de cartón piedra, un maniquí un tanto afeminado que se exhibía en el escaparate de la Tienda de Munguía, un afamado establecimiento de ropas hechas y confecciones para chicos y grandes, conocido en toda la provincia que formaba el grueso de su clientela, vistiendo de capitalinos a campesinos afanosos de emular a los más avanzados dictados de la moda. Al "mocito", que aguantó años en el escaparate en la esquina de la Plaza Mayor con la Calle Laín Calvo, cabe la Divina Pastora, y que hoy adorna una entrada de piso de vecindad para regocijo de amigos y visitantes de dicha mansión, le vestían para presentar los más dispares atuendos adaptados a los gustos del lugar y a las estaciones del año, que en Burgos, como ya es conocido, eran dos: la del ferrocarril y la del invierno, con lo cual, el mocito se pasaba grandes temporadas de abrigo. Pero muy maleable y práctico, cambiaba de chaqueta, supeditándose a los cambios socio-políticos, que a la sazón, eran grandes y extremosos. Así, se le podía ver vestido de falangista, o de obrero con mono de peto, de seminarista o de chulo de cabaré, de primera comunión o de recluta de infantería. Sin embargo, su traje más distinguido y característico era con pantalón, chaqueta, corbata, ¡vamos, de señorito!, de lo que entonces se conocía como "pollo pera". Tan popular y famoso se hizo por la elegancia de su porte y maneras, que cuando de chaval ibas mudado y te ponías el traje de los domingos, la gente al verte pasar para echarte un "alabo" exclamaba: "Chico, vas más guapo que el mocito de Munguía", exagerando la modesta elegancia de uno. Es seguro que si hoy existiera el tan mentado muñeco, tan avispado en mudarse de traje y en cambiar de chaqueta, la gente le hubiera "tañado" y comentaría que el chico tenía una cara de cartón piedra, aunque era un joven que prometía por su talante abierto, liberal y acomodaticio a cualquier situación política ...
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De la relectura del texto extraigo dos reflexiones. La primera es que aparte del que yo vi, se constata que (por lo menos) hay otro recibidor de domicilio burgalés con un maniquí de talla reducida y rasgos infantiles intimidando a las visitas. La segunda es que es posible utilizar la palabra "cabe" como preposición. (Recuérdese aquello de a, ante, bajo, cabe, con...).
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