Aún así y con todo, el fin de semana pasado tuve algún momento de notoria debilidad y jugueteando con el mando constaté dos procesos de migración catódica en sentido contrario.
... It seems today that all you see / Is violence in movies and sex on TV / But where are those good old-fashioned values / On which we use to rely? ...
La serie de dibujos animados que comienza con esta cancioncilla contiene alguno de los gags más groseros y menos políticamente correctos que mi sentido del humor ha tenido la oportunidad de encajar. Peter Griffin (personaje en torno al cual se construyen las tramas) consigue que Homer emparente con Flanders. (Padre de familia no tiene tan fácil digestión como los dibujos animados de los rostros amarillos). Se requiere haber procesado toneladas de cultura audiovisual canalla norteamericana para captar todos los guiños. En V.O. y con subtítulos en castellano la serie ganaba muchos matices (no todos comprensibles). Como suele pasar en estos casos, se acepta que el primer capítulo no guste; si el segundo siembra curiosidad, a mitad de emisión del tercero ya comienza a larvarse algo.
Hace algo más de un año, siendo mi nivel de ociosidad TOTAL, experimenté una tremenda contrariedad cuando los programadores de los canales temáticos Fox y Cartoon Networks hicieron coincidir esta serie y Shin Chan a eso de las 15:30. Eran otros tiempos. No especialmente mejores para mí.
El abofeteable Stewie Griffin (ésta es una replica en tres dimensiones para sentarse encima y arrojar contra la pared) es un personaje de gran complejidad. Se expresa con un acento de Oxbridge y una elocuencia maledicente impropios de un lactante. Su sexualidad no está aún muy bien definida pero es más que latente y también queda claro que la criatura no sufre complejo de Edipo.
El término abofeteable también podría serle aplicado a José Manuel Parada sin ningún problema. (Es posible que no sea el único rasgo mencionado en el párrafo anterior que comparta con Stewie). Parada nada contracorriente y ha montado su chiringuito en el canal temático (y carente de complejos) Somos. En realidad la producción de un espacio como con el que nos solía obsequiar en TVE es prácticamente inexistente, excepción hecha de las labores de maquillaje, peluquería, restauración y desembalsamamiento. En Cine de Barrio durante alguna temporada era el obituario de la semana el que confeccionaba el programa. El guionista de la misa televisada se lo curraba más. Cuando los tránsitos y los lutos no imponían su actualidad, la fórmula a aplicar era bien sencilla: se sienta a cuatro momias en unos sillones, se les da de merendar y una vez desinhibidas se les hace cantar en torno a un piano (y a su pianista).
Parada lleva mucho tiempo haciendo el que fuera su programa de radio pero en la tele. Con la sutil diferencia de que cuando trabajaba en Radio Nacional, si no se podía considerar como tal, bordeaba el servicio público, en cuanto que entretenía a las abuelitas insomnes.