No niego que la transacción entre particulares de tan concreta pieza de mobiliario dieciochesco pueda ser totalmente legal. Tan sólo me plantea dudas. La oferta se me antoja turbia y la posible demanda, morbosa.
Turbidez y morbosidad aparte, en el mercado de las antigüedades se trafica con objetos de insospechadísima procedencia y utilidad.
(En este caso concreto, los insectos xilófagos no hicieron bien su trabajo. De haberlo hecho, nos habrían ahorrado este improductivo momento de reflexión).