Siendo otras mis ocupaciones profesionales, hice un amago de colección de los más estremecedores ejemplos de imagen corporativa que iban cayendo en mis manos. Aún recuerdo con un escalofrío la mascota a tres colores en el membrete de una empresa malagueña de golosinas heladas (flashes para entendernos, o quizá deba dejarlo en flases). Debería contemplarse la objeción de conciencia para algunos trabajadores de artes gráficas sobreexpuestos al feísmo o compensarlos con un plus de penosidad. La industria chacinera de carácter familiar y reducida dimensión también solía incluir un par de representantes en mi top 10. Estos finos trazos de la imagen sin duda tendrían un huequito en aquel elenco de anagramas, emblemas y logotipos del que afortunadamente me deshice.
