Tiene bastante delito haber descubierto The Office (la de la BBC) en el verano de 2008. La capacidad que tienen estos dos tipos encorbatados de crear momentos embarazosos me ha hecho recordar otras experiencias laborales frustradas (no necesariamente frustantes). La serie, rodada como si fuera un falso documental, es muy recomendable pero hay que hacer un pequeño esfuerzo para evitar, dentro de lo posible, la versión doblada.
En talleres y zonas más o menos nobles de fábricas de Burgos pululan personajes berlanguianos que interactúan a diario entre sí creando desternillantes comedias corales. Aunque como con casi todo, lo de ahora ya no es ni sombra de lo que fue. La mayoría de los grandes-grandes, ya han pasado a otra vida (laboral).
