Hace escasos minutos en el supermercado, una señora mayor se ha dirigido a mí para que le alcanzara una cosa que estaba un poco alta, preguntándome primero si hablaba castellano. (Me habrá visto más cara de ucraniano que de llamarme Aniano).
El premio que contenía mi cesta (y algo de flojera de contenidos) me invitan a reincidir en el fenómeno Milk Eggs Vodka.
Juan José Millás confesó en una intervención radiofónica (puede que fuera una de sus primeras apariciones en La Ventana) que en una ocasión accedió a un chat y la gente le tomó por un psicópata porque escribía con acentos y signos de puntuación. Retomando este argumento, la última línea de la lista de la imagen está escrita con una pulcritud ortográfica que estremecería a Hannibal Lecter.
Según se mire, el sibaritismo también podría ser considerado una alteración (benigna) de la conducta humana. Claro que en términos gastronómicos, mejor el chocolate belga (con pedacitos de naranja escarchada y acentos circunflejos) que un menú de fiesta del protagonista del "Silencio de los corderos".