Una de las pocas lecturas aplicables a la vida real de Amélie (si no la única) es la moraleja que se desprende de la resolución de la trama de las fotos del fotomatón. A veces nuestra imaginación elucubra retorcidas teorías sobre cosas que han ocurrido. Luego, cuando descubres que los motivos reales suelen ser bastante más simples que la menos descabellada de tus hipótesis, se te queda cara de tonto.
Mi reflexión pretendía ir más allá del fenómeno de las fotos abandonadas, en cualquier caso evitaré hacer cualquier tipo de conjetura sobre el sentido de la imagen de arriba.